martes, 17 de diciembre de 2013


UNA DEMOCRACIA CON PIES DE BARRO

                Cualquier democracia, digna de llamarse como tal, se sostiene sobre tres pilares fundamentales: el poder legislativo, el ejecutivo y el judicial y esto está perfectamente asumido en las sociedades occidentales actuales como el mejor sistema de división de poderes.

                Pero también hay un cuarto poder que algunas voces, entre las que, modestamente, me encuentro, que entienden que la libertad de prensa es fundamental para que la democracia, efectivamente se pueda considerar tal.

                Pues bien, a mi juicio, en los tiempos actuales, estos cuatro pilares se están pervirtiendo de forma escandalosa, ninguno de los tres poderes, tampoco el de una prensa totalmente libre, se mantiene fiel a los principios que los inspiran, todos ellos y creo decir bien: todos ellos, están manipulados y atienden a intereses espurios que nada tienen que ver con los que legítimamente deberían proteger.

                El poder ejecutivo controla de forma inmisericorde al poder legislativo, por lo que, si atendemos a que no existe libertad de voto de los diputados y senadores del parlamento español, resulta que el poder legislativo se convierte en un mero instrumento del gobierno, ya que no es posible votar en contra de lo que el “aparato” del partido decide que hay que votar, so pena de sanción económica o, a futuro, ser eliminado de futuras elecciones. No importa que en algunos asuntos un diputado o senador tenga problemas de conciencia a la hora de elegir una opción sobre la que votar, se vota lo que ha dicho el partido y ¡se acabó!

                El contrapunto de esa situación, podría ser el poder judicial, pero tampoco es lo suficientemente independiente, por mucho que se esfuercen los políticos por darle una apariencia de neutralidad, la realidad es que a través del nombramiento por los partidos de determinados puestos, fundamentales para mantener la imparcialidad, se subvierte  el orden correcto y se convierte en un poder al servicio, una vez más, del poder ejecutivo, bien es verdad, que no siempre se pliegan a los intereses partidistas, pero, a este poder, cada vez más, le resulta difícil mantener su independencia y neutralidad.

                Finalmente, la manipulación de los medios de comunicación, desvergonzada cuando se trata de medios públicos, hace que nuestra joven democracia se derrumbe y cada vez más, los ciudadanos se alejan de la política y de los políticos ¡Cuan lejos están aquellos tiempos de la transición en que nos emocionábamos con la política!

                Solo desde la regeneración de la vida política, desde un cambio cierto y efectivo de las actitudes, desde la renuncia de los políticos a creerse el ombligo del mundo, y desde la convicción de que es necesario cambiar las formas y modos de hacer política pensando única y exclusivamente en los ciudadanos, será posible revertir la situación y volver a consolidar una verdadera democracia y, para ello, quizá debamos comenzar a conjugar el verbo “dimitir”, eso de: yo dimito, tú dimites, ellos dimiten, debiera ser algo común cuando las cosas, grandes o pequeñas no se hacen bien.

                                                                                                                             Antonio Navarro Bernabé