UNA DEMOCRACIA CON PIES DE BARRO
Cualquier democracia, digna de llamarse como tal, se
sostiene sobre tres pilares fundamentales: el poder legislativo, el ejecutivo y
el judicial y esto está perfectamente asumido en las sociedades occidentales
actuales como el mejor sistema de división de poderes.
Pero también hay un cuarto poder que algunas voces,
entre las que, modestamente, me encuentro, que entienden que la libertad de
prensa es fundamental para que la democracia, efectivamente se pueda considerar
tal.
Pues bien, a mi juicio, en los tiempos actuales,
estos cuatro pilares se están pervirtiendo de forma escandalosa, ninguno de los
tres poderes, tampoco el de una prensa totalmente libre, se mantiene fiel a los
principios que los inspiran, todos ellos y creo decir bien: todos ellos, están
manipulados y atienden a intereses espurios que nada tienen que ver con los que
legítimamente deberían proteger.
El poder ejecutivo controla de forma inmisericorde al
poder legislativo, por lo que, si atendemos a que no existe libertad de voto de
los diputados y senadores del parlamento español, resulta que el poder
legislativo se convierte en un mero instrumento del gobierno, ya que no es
posible votar en contra de lo que el “aparato” del partido decide que hay que votar,
so pena de sanción económica o, a futuro, ser eliminado de futuras elecciones.
No importa que en algunos asuntos un diputado o senador tenga problemas de
conciencia a la hora de elegir una opción sobre la que votar, se vota lo que ha
dicho el partido y ¡se acabó!
El contrapunto de esa situación, podría ser el poder
judicial, pero tampoco es lo suficientemente independiente, por mucho que se
esfuercen los políticos por darle una apariencia de neutralidad, la realidad es
que a través del nombramiento por los partidos de determinados puestos,
fundamentales para mantener la imparcialidad, se subvierte el orden correcto y se convierte en un poder
al servicio, una vez más, del poder ejecutivo, bien es verdad, que no siempre
se pliegan a los intereses partidistas, pero, a este poder, cada vez más, le
resulta difícil mantener su independencia y neutralidad.
Finalmente, la manipulación de los medios de
comunicación, desvergonzada cuando se trata de medios públicos, hace que
nuestra joven democracia se derrumbe y cada vez más, los ciudadanos se alejan
de la política y de los políticos ¡Cuan lejos están aquellos tiempos de la
transición en que nos emocionábamos con la política!
Solo desde la regeneración de la vida política, desde
un cambio cierto y efectivo de las actitudes, desde la renuncia de los
políticos a creerse el ombligo del mundo, y desde la convicción de que es
necesario cambiar las formas y modos de hacer política pensando única y
exclusivamente en los ciudadanos, será posible revertir la situación y volver a
consolidar una verdadera democracia y, para ello, quizá debamos comenzar a
conjugar el verbo “dimitir”, eso de: yo dimito, tú dimites, ellos dimiten,
debiera ser algo común cuando las cosas, grandes o pequeñas no se hacen bien.
Antonio
Navarro Bernabé